Tzintzuntzan vuelve a ‘vivir’ el Viacrucis

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Tzintzuntzan guarda una tradición muestra viva del sincretismo religioso y la tradición purépecha, la penitencia y la manda, estás costumbres que se viven de varias maneras en la comunidad.

Las penitencias van desde la más popularizada en el país que es ir de rodillas desde el atrio del templo hasta el altar principal y otras más propias, todas ellas con la cooperación del pueblo entero.

La penitencia con grilletes que consta de despojarse de las ropas mundanas, cubrirse con un paño en forma de perizoma, que cubre sus partes nobles y una capucha que oculta su rostro en signo de humildad y anonimato, además de andar descalzos con los pies atrapados por una grilletes a los tobillos que les dificultan el andar y los lastiman a cada paso que da.

En esas condiciones los penitentes recorren parte del pueblo y piden una limosna para el templo, en total silencio.

Mientras tanto van escoltados por dos compañeros a los que se les llama cirineos en referencia, a San Simón de Cirene, quien según tradición fue quien ayudó a Cristo con su cruz.

Pues así la labor de los cirineos es auxiliar al penitente a subir peldaños o sostenerle el recipiente en que tiene dinero cuando se arrodilla en alguno de los altares dispuestos en la ciudad.

En otros casos en efecto los Cirineos ayudan con las cruces, puesto que otra de las penitencias es cargar una cruz de alrededor de 50 kilogramos también descalzos y semidesnudos.

Y finalmente está la de los penitentes que caminan de noche con grilletes, pero además se flagelan con disciplinas.

Todas estas tradiciones se reiniciaron en el pueblo que tenía dos año sin celebrarlas y donde algunos se rgocijaron de poder volver a agradecer a Dios por un milagro a través del castigo en su cuerpo, mientras el resto del pueblo los auxilia con una limosna, el acomodo de las cruces y altares.

Tzintzuntzan volvió de nuevo a celebrar su fiesta de fe, con sus costumbres e identidad.