La ejecución de Thomas Creech en Idaho fue suspendida debido a problemas técnicos durante la administración de la inyección letal. Creech, un convicto acusado de al menos 11 asesinatos, estaba programado para recibir la pena capital en el Instituto Correccional del Estado de Idaho. Sin embargo, el equipo médico no logró aplicar la dosis mortal dentro del plazo legalmente establecido, lo que resultó en la suspensión de la ejecución y el retorno de Creech a su celda.
Idaho, conocido por ser uno de los estados menos activos en la aplicación de la pena de muerte en Estados Unidos, ha ejecutado a solo tres personas desde 1976. A pesar de llevar más de 40 años en el corredor de la muerte, Creech ha pasado cinco décadas en prisión por diversos crímenes, incluyendo asesinatos cometidos tanto dentro como fuera de la cárcel.
Las ejecuciones con inyección letal han enfrentado desafíos en los últimos años, como la dificultad para administrar la dosis en presos de edad avanzada o con problemas de salud. Esto ha llevado a algunos estados, como Alabama, a explorar métodos alternativos de ejecución, como la asfixia con gas nitrógeno. Mientras tanto, el estado de Texas se prepara para llevar a cabo la ejecución de otro preso, Ivan Cantú, condenado por asesinatos ocurridos en el año 2000.