
Redacción / Grupo Marmor
Un descubrimiento realizado por el Instituto Milenio de Oceanografía (IMO) de la Universidad de Concepción en Chile ha generado preocupación en México. El IMO detectó deformaciones en el suelo oceánico de la Fosa de Atacama, una “laguna sísmica” que no ha experimentado un gran terremoto en más de un siglo. Estas deformaciones indican una acumulación de energía que podría liberar en un terremoto de magnitud 8.0 a 8.5.
Aunque la Fosa de Atacama se encuentra a miles de kilómetros de México, el riesgo para el país es real. Un terremoto de esa magnitud podría generar un “teletsunami” o tsunami transoceánico, cuyas olas llegarían a las costas mexicanas entre 12 y 15 horas después del evento. Experiencias pasadas, como los tsunamis provocados por los terremotos de Valdivia en 1960 y Maule en 2010, demuestran la vulnerabilidad de México ante este tipo de fenómenos.
El IMO, mediante la expedición IDOOS, instaló una red de sensores en la Fosa de Atacama para monitorear la deformación del fondo marino. Este sistema permitirá una alerta temprana en caso de un evento sísmico importante. Las comunidades costeras de Guerrero, Oaxaca, Chiapas, Michoacán, Colima y Jalisco deben estar preparadas para responder a una eventual alerta de tsunami.
Si bien la detección de estas deformaciones no permite predecir con exactitud cuándo ocurrirá el terremoto, la información obtenida por el IMO es crucial para la preparación y mitigación de riesgos. La colaboración científica internacional es fundamental para monitorear la situación y minimizar el impacto de un posible megaterremoto en México. La preparación y la información oportuna son vitales para la protección de vidas humanas.