Redacción / Grupo Marmor
La cancelación del concierto de Roberto Carlos en la Arena Guadalajara ha desatado una ola de indignación entre sus fans. Decenas de personas, provenientes de diferentes estados de México y hasta de Estados Unidos, llegaron a la ciudad solo para descubrir, a pocas horas del evento, que éste había sido cancelado. La noticia, difundida únicamente a través de redes sociales por la empresa organizadora, ha generado un sentimiento generalizado de frustración y enojo.
El comunicado oficial atribuyó la cancelación a razones de seguridad, sin ofrecer mayores detalles. Esta falta de transparencia ha exacerbado el descontento, especialmente considerando los significativos gastos incurridos por los asistentes, muchos de los cuales viajaron largas distancias y realizaron importantes desembolsos en transporte, hospedaje y boletos.
Historias como la de Aldo Aguilar, quien viajó desde Laredo, Texas, invirtiendo 15 mil pesos, o la familia veracruzana que planeó una celebración familiar sorpresa para el 10 de mayo, ilustran el impacto emocional y económico de esta cancelación. El sentimiento de injusticia es palpable en los testimonios recogidos, donde se critica la falta de aviso oportuno por parte de la empresa organizadora, acusándola de falta de profesionalismo y de causar un daño irreparable a sus clientes.
La Arena Guadalajara, que ya ha cancelado tres aperturas este año, se enfrenta ahora a una crisis de credibilidad. La indignación de los fans trasciende la simple pérdida del concierto; refleja una profunda desconfianza en la capacidad de la empresa organizadora para cumplir con sus compromisos y garantizar una experiencia satisfactoria para el público. El proceso de reembolso, aunque establecido, no compensa el daño emocional y económico sufrido por los afectados, quienes exigen una mayor responsabilidad y transparencia por parte de la Arena Guadalajara y la empresa Superboletos. El futuro de la Arena Guadalajara, y la confianza del público en sus eventos, pende de un hilo.