Ulises Diaz || Grupo Marmor
Lo que iba a ser una tranquila función conmemorativa del icónico concierto de Juan Gabriel en el Palacio de Bellas Artes sí, ese donde el “Divo de Juárez” hizo que hasta los mármoles cantaran terminó convertido en una verbena popular… ¡pero con aire acondicionado y butacas numeradas!
La proyección, pensada como un homenaje solemne (o eso creyeron los organizadores), fue rebasada por la pasión de los asistentes, quienes no tardaron en gritar “¡Noa noa!” y transformar la sala en una pista de baile con alma de palenque. Entre chelas furtivas, coreografías improvisadas y gritos de “¡Así se canta en Juárez!”, la solemnidad quedó enterrada junto a cualquier intención de mantenerse sentados.
“Yo no nací para ver sentado un concierto de Juan Gabriel”, dijo una fan mientras brindaba con su cerveza escondida en un vaso de refresco. “Si nos dejan, nos vamos a bailar… toda la sala”, agregó entre risas, mientras entonaba con orgullo desafinado los clásicos del ídolo.
Desde “Hasta que te conocí” hasta “Amor eterno”, no faltó ningún himno. Las lágrimas fluyeron, los celulares se alzaron y más de uno se creyó digno de un dueto espiritual con Juanga. El clímax llegó con “Querida”, cuando la sala entera —convertida en coro monumental— retumbó más fuerte que el mismo Dolby Surround.
Los de seguridad, confundidos entre permitir el fervor o aplicar el reglamento, optaron por dejar que el “juangabrielazo” siguiera su curso. Después de todo, ¿quién detiene a un pueblo cuando canta con el alma?
Así, una función de cine cualquiera se volvió una romería nostálgica, un karaoke colectivo y una fiesta digna del mismísimo Noa Noa. Porque si algo nos enseñó Juan Gabriel es que su música no se escucha: se vive, se llora… y se baila. 🕺🏻🎤