Los efectos del sismo de magnitud 6.1 que sacudió Lima, Perú, continúan saliendo a la luz, dejando una huella visible en diversas zonas de la capital y alrededores. Edificaciones agrietadas, postes caídos y cortes intermitentes de servicios han puesto a prueba la infraestructura urbana y la calma de miles de ciudadanos.
Aunque no se reportaron víctimas fatales, el temblor dejó más que un susto. Equipos de emergencia trabajan sin descanso para evaluar daños y asistir a quienes lo necesitan. La rápida reacción de la población y la solidaridad entre vecinos muestran una vez más el temple resiliente que caracteriza a los peruanos frente a los embates de la naturaleza.
Este evento nos recuerda que, aunque no podemos evitar los desastres naturales, sí podemos estar mejor preparados. El sismo fue un llamado de atención, pero también una muestra de fortaleza colectiva.
