El monte Everest, símbolo de majestuosidad natural y reto para alpinistas, enfrenta una grave crisis ambiental. Cada año, cientos de escaladores dejan tras de sí toneladas de basura, entre ellas equipos abandonados, plásticos y, sorprendentemente, más de 12.000 kilos de excremento humano. Las bajas temperaturas impiden su descomposición, convirtiéndolo en un problema sanitario creciente. Autoridades locales y organizaciones ambientales han comenzado campañas de limpieza, pero la magnitud del daño exige soluciones más sostenibles y responsabilidad por parte de los visitantes.