ISIDRO GALICIA/GRUPO MARMOR.
Más allá de temas neurálgicos para el pueblo de México como son la inseguridad, la política de salud y una economía mucho más robusta, se encuentra en el centro de la disputa pública la verdad. Su verdad de Morena y de los aliados, que por mecanismo semántico y oral, solo niegan y rechazan cualquier acusación y crítica, sin presentar argumentos sólidos que desmitifiquen los permanentes ataques de la oposición.
Sería osado y hasta desproporcionado acusar a Morena y al régimen político de instaurar una dictadura en el país. Pero, para los opositores del PRI y del PAN, hay signos compatibles y persistentes de que gradualmente se instala en la nación un sistema de poder que manipula y controla sectores que son estratégicos para la libertad y de la misma democracia.
Es decir, en términos politológicos una dictadura tiene características puntuales como la concentración del poder, ausencia de controles democráticos, represión de libertades y derechos, y muchas más. No obstante, a diferencia de una dictadura opresiva y violenta, Morena, como estrategia electoral, ha desarrollado una política social amplia y profunda, quizá, la de mayor alcance que se tenga memoria en la historia moderna de México.
Entonces, es la verdad, el punto de mayor control y “manipulación”. Es la piedra angular donde descansa la legitimidad y credibilidad de un régimen, por ello la importancia del control narrativo y discursivo desde el gobierno, que, le permite, más allá de medidas coercitivas como sistema, someter a la población a una verdad absoluta e incontrovertible.
La oposición lejos muy lejos está de romper la espiral narrativa y de la verdad de Morena y de sus aliados. No ha sido capaz de inocular un pensamiento y un discurso en la sociedad, que, les permita construir escenarios de competitividad electoral y política hacia el futuro. La verdad de Morena es una cortina de hierro impenetrable e indestructible.