En 2025, la historia de miles de inmigrantes latinoamericanos en Estados Unidos se ha convertido en un relato de dolor, miedo y desesperanza. Familias enteras han visto truncados sus sueños de una vida mejor por detenciones arbitrarias y condiciones inhumanas que han dejado cicatrices profundas.
🎥 En este video se muestra cómo muchos inmigrantes sufren día a día injusticias y abandono en EE.UU.
— Grupo Marmor (@Marmor_Informa) September 26, 2025
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Entre enero y julio de este año, el Servicio de Control de Inmigración y Aduanas (ICE) realizó más de 4,600 arrestos en Nueva York, superando el total del año pasado. Las redadas no solo ocurrieron en cárceles o centros de detención, sino en hogares, calles y tribunales, afectando a hombres, mujeres y niños, muchos sin antecedentes penales. Las familias viven ahora con miedo constante: el temor a perder a un ser querido en cualquier momento.
En lugares como el Centro de Procesamiento de Inmigración de Broadview, Illinois, y el CoreCivic California City Immigration Processing Center, los detenidos denuncian hacinamiento, falta de agua potable, alimento insuficiente, atención médica negada y ausencia de asistencia legal. Algunos permanecen días sin contacto con sus abogados; otros solo reciben atención médica después de desmayarse. Estas historias no son cifras, son rostros y lágrimas: padres separados de sus hijos, madres que suplican justicia y niños que crecen entre angustia y silencio.
En septiembre, en la Penitenciaría Estatal de Luisiana, diecinueve detenidos iniciaron una huelga de hambre, exigiendo acceso a medicamentos vitales, agua limpia, alimento digno y condiciones mínimas de humanidad. Sus voces, clamando justicia, resuenan más allá de los muros de los centros de detención.
Entre las historias que conmueven está la de Mónica Elizabeth Moreta, madre ecuatoriana, quien fue derribada por un agente del ICE en una corte de Nueva York mientras su esposo era arrestado frente a sus hijos. En un video difundido, se la escucha llorar y suplicar, mientras describe cómo se le arranca la esperanza junto con su libertad.
Estas injusticias no son solo violaciones legales; son heridas abiertas en el tejido humano. Son familias separadas, sueños truncados y derechos olvidados. Es urgente que como sociedad miremos más allá de las cifras, reconozcamos el sufrimiento y exijamos un trato digno para cada persona, sin importar su estatus migratorio.
Porque cada nombre arrebatado por estas redadas representa una historia que no debe quedar en el silencio.