El movimiento estudiantil de 1968 marcó un antes y un después en la vida política y social del país. Comprenderlo es un ejercicio complejo; olvidarlo, imposible.
Aquel miércoles 2 de octubre, cuando faltaban apenas diez días para que México inaugurara los Juegos Olímpicos, la Plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco se convirtió en escenario de una de las mayores tragedias de la historia contemporánea. Miles de estudiantes, maestros, trabajadores y vecinos se habían reunido en un mitin. Minutos antes de las seis de la tarde, el Ejército abrió fuego. El eco de los disparos borró los discursos y sembró el pánico.
Quienes intentaron refugiarse en el edificio Chihuahua fueron perseguidos sin orden judicial; los soldados irrumpieron en departamentos y dispararon contra quienes encontraban. Hasta hoy, más de medio siglo después, la cifra de muertos y heridos sigue sin esclarecerse. La memoria colectiva habla de centenares de vidas arrebatadas y de una herida que jamás cicatrizó.
Los otros escenarios del 68
Aunque la masacre en Tlatelolco es el rostro más visible, el movimiento estudiantil se extendió por varios puntos del entonces Distrito Federal.
• Plaza de la Ciudadela y Vocacional 5
El 22 de julio un pleito entre estudiantes de la preparatoria Isaac Ochoterena y del IPN detonó la chispa. Al día siguiente, granaderos irrumpieron en la Vocacional 5, golpeando a alumnos y maestros. Jóvenes fueron arrestados en los alrededores de la Ciudadela y Bucareli.
• El Casco de Santo Tomás
El 24 de julio se organizó un mitin en el Casco del Politécnico. El 23 de septiembre, el Ejército tomó esas instalaciones junto con la Vocacional 7 de Tlatelolco. Hubo resistencia estudiantil, pero las fuerzas armadas permanecieron allí más de un mes.
• Ciudad Universitaria
La noche del 18 de septiembre, militares ingresaron a CU para detener a estudiantes y decomisar propaganda. Permanecieron hasta el 30 de ese mes, dejando un ambiente de hostigamiento y miedo.
• Plaza de las Tres Culturas
El lugar donde todo se concentró. Cerca de 10 mil personas fueron atacadas por el Ejército. Hoy, la plaza está marcada por la estela de Tlatelolco, un memorial de piedra con los nombres de las víctimas, acompañado de versos de Rosario Castellanos que recuerdan que la justicia sigue pendiente.
La memoria como justicia
A 57 años de aquella tarde, los responsables intelectuales y políticos nunca enfrentaron castigo. La impunidad prevaleció. Sin embargo, la memoria se mantiene viva en cada conmemoración del 2 de octubre.
Porque más allá de cifras y discursos, el movimiento estudiantil representa la exigencia de democracia y libertad. Recordarlo no es solo un acto de memoria: es un compromiso con la justicia y con quienes nunca volvieron a casa.