La investigación en Casa Xibalbá, un crematorio de mascotas en Chetumal, ha revelado un engaño devastador para decenas de familias que confiaron en el adiós digno de sus mascotas. Según la Fiscalía General del Estado de Quintana Roo y otros organismos, el establecimiento operaba sin los permisos correspondientes y, en lugar de incinerar a los animales, abandonaba sus cuerpos en lotes baldíos; las urnas entregadas a los dueños contenían polvo o simple tierra, no cenizas reales.
La consternación alcanza a los propietarios que pagaron miles de pesos por un supuesto servicio de cremación, solo para descubrir que las últimas voluntades de sus leales compañeros quedaron traicionadas. Las autoridades han iniciado carpetas por fraude, maltrato animal y delitos ambientales, mientras comunidades protectoras de animales exigen justicia tanto por el daño emocional como por la indignación moral que genera el hallazgo de más de 100 cuerpos abandonados en condiciones lamentables.
Este caso abre una herida profunda porque no se trata solo de dinero: es el dolor de quienes confiaron en que el final de sus fieles amigos sería respetuoso. Ahora los reclaman, no solo como víctimas, sino como testigos de una traición inaceptable.
 
			 
		