La Generación Z agrupa a los nacidos aproximadamente entre 1997 y 2012, un grupo de personas que creció con internet, teléfonos inteligentes y redes sociales como parte natural de su día a día. Este contexto digital ha marcado su forma de comunicarse, de informarse y también de relacionarse con el mundo. Esta generación ha decidido hacer algo que parece ir en contra de su propio entorno digital: no hacer nada.
El reto “raw dogging boredom” se captura en videos donde la persona se graba en silencio, sin hacer nada aparente, mientras observa un cronómetro o simplemente documenta cuánto tiempo logra mantener esa inactividad.
Las reglas son simples: no recurrir a dispositivos electrónicos, no escuchar música, no consumir contenido de entretenimiento. Lo que importa es el silencio, la ausencia de estímulos externos, dejar que la mente vague sin interrupciones. Algunos participantes explican que lo hacen porque sienten que su capacidad de atención se ha reducido o se ha vuelto frágil ante la avalancha de contenido digital.
La idea no es tanto la competencia por el tiempo más largo, sino reivindicar el aburrimiento como algo válido: permitir que el cerebro descanse, que surjan pensamientos propios, que se experimente esa “desconexión” activa.
En los videos, miles de jóvenes se graban mientras permanecen inmóviles frente a un cronómetro, mostrando cuánto tiempo logran soportar la inactividad total. Lo que empezó como una simple curiosidad se ha convertido en una práctica que muchos describen como una respuesta al exceso de estímulos y a la constante necesidad de productividad.
Para algunos, este reto es una especie de “detox digital” que ayuda a reconectar con la calma y a recuperar la concentración. Otros lo ven como una crítica irónica a la vida moderna, donde incluso el aburrimiento termina convirtiéndose en contenido para las redes.
Aunque el “raw dogging boredom” pueda parecer una moda pasajera, el fenómeno refleja una preocupación real: el impacto de la sobreestimulación en la salud mental y la capacidad de atención de las nuevas generaciones. En un mundo que rara vez se detiene, el simple acto de quedarse quieto podría ser, paradójicamente, una forma de resistencia.


















