Este sábado, Michoacán ha emergido como el motor principal de las movilizaciones que recorren todo México, en una jornada de protestas que suma más de 50 ciudades. Lo que comenzó como un clamor local por justicia se ha transformado en un grito nacional.
La muerte del alcalde de Uruapan, Carlos Manzo, ha encendido la indignación: su asesinato desencadenó marchas no solo en municipios michoacanos como Uruapan, Morelia y Zamora, sino también convocatorias en ciudades de al menos 31 estados.
Los jóvenes de la llamada Generación Z han tomado un papel protagónico. En Morelia, los manifestantes salieron desde la Plaza Morelos hacia el Palacio de Gobierno, pidiendo justicia, seguridad y un cambio profundo en la manera de hacer política.
Este movimiento ha sido descrito como “apolítico” por los organizadores, quienes aseguran no representar partidos, sino un sentir genuino de hartazgo ante la violencia, la corrupción y la impunidad.
La respuesta de las autoridades no ha sido menor: se ha desplegado un operativo de seguridad en ciudades michoacanas para resguardar puntos estratégicos como el Palacio de Gobierno de Morelia. Además, Amnistía Internacional ha pedido que se investiguen posibles violaciones a derechos humanos en las protestas recientes.
La presidenta Claudia Sheinbaum, por su parte, ha calificado estas manifestaciones como “naturales” ante la indignación social por el asesinato de Manzo.
De esta manera, Michoacán no solo representa un punto simbólico de lucha, sino que se ha convertido en la punta de lanza de una movilización con alcance nacional, donde jóvenes y ciudadanos de diferentes orígenes se suman para reclamar un México más seguro, justo y transparente.



















