Cada diciembre, el Instituto del Color Pantone revela el Color del Año, una elección que influye globalmente en moda, diseño, publicidad, tecnología y cultura visual. Pero lejos de ser un simple gusto estético, la determinación del color responde a un análisis profundo del contexto mundial: emociones colectivas, movimientos sociales, economía, crisis ambientales, avances tecnológicos y cambios en el comportamiento humano.
Los especialistas de Pantone recorren pasarelas, festivales culturales, tendencias digitales, discursos políticos, informes económicos y fenómenos sociales para identificar un color que sintetice el momento que vive el planeta. No se elige un tono porque “se vea bonito”, sino porque simboliza cómo nos sentimos y hacia dónde nos dirigimos.
En este contexto, el blanco ha cobrado relevancia como un color con profunda carga emocional y política, especialmente en tiempos de tensión económica, polarización y crisis climática.
En recesiones económicas:
El blanco resurge porque simboliza estabilidad, calma y “volver a empezar”. Las industrias reducen riesgos y apuestan por tonos neutros y atemporales.
En la moda y tendencias:
Se impulsa el minimalismo. Las marcas optan por colecciones más simples y funcionales, el “lujo silencioso” crece y el blanco domina por su versatilidad y elegancia sin ostentación.
En la política:
Representa paz, reconciliación y transparencia. Gobiernos y movimientos sociales usan el blanco para proyectar honestidad, resistencia pacífica y renovación moral.
En lo ambiental:
Evoca pureza, hielo y ecosistemas frágiles. Su presencia también alerta sobre el derretimiento polar y la urgencia climática, convirtiéndose en un símbolo de conciencia ecológica.
En la cultura y sociedad:
Funciona como respuesta a la saturación visual y emocional del mundo actual. Expresa un deseo colectivo de simplicidad, orden y claridad en medio del caos.


















