El Auditorio Nacional prácticamente estaba lleno, por ahí una que otra butaca que esperaba a su dueño. Silvio Rodríguez apareció en punto de las 8:40 de la noche.
El público lo llamaba con aplausos desde la media. El público, en su mayoría entre sus 40 y 60. Por ahí algún despistado adolescente, como la que que sienta a mi lado, que viene a conocer la trova cubana y las canciones que su mamá entonaba como universitaria.
En jeans, camiseta negra, camisa de mezclilla, calcetines rojos y su característica boina color caqui. Inició directo, tras un “¡Viva México!”, guitarra en mano, acompañado de sus músicos, incluida la flauta transversal tan característica de la música del cubano, que esta noche estuvo a cargo de la magnífica Niurka González.
Llegó “Canción del elegido” y todo el Auditorio la entonó, algunos con lágrimas en los ojos. Silvio dejó que el público lo acompañara y cantara solo varias partes de “La era está pariendo un corazón”. Antes de despedirse con esta canción, dijo: “Alguna vez se la canté a Fidel, hoy se la voy a cantar a Andrés Manuel (López Obrador)” y se lanzó con “El necio”. Después de los gritos de “otra, otra”, regreso para cantar a coro con casi 10 mil almas “Soy feliz”.