Redacción // Grupo Marmor
La costumbre de decorar un árbol en invierno se remonta a épocas cristianas. Durante la fiesta de Saturnalia, se adornaban las casas con troncos de árboles perennes, como el laurel, siendo símbolos de vida y protección en los meses más oscuros del año.
El árbol de Navidad cristiano se originó en Alemania en el siglo XVI, cuando comenzó la tradición de poner un árbol en las casas para celebrar la Navidad. La costumbre se vincula con la festividad del solsticio de invierno y, en particular, con la figura de San Bonifacio, un misionero inglés que cortó un árbol sagrado de roble utilizado por los paganos y lo reemplazó con un abeto, explicando que este árbol representaba a Cristo como símbolo de vida eterna.
Hoy en día, el árbol de Navidad es una costumbre mundial. Se decora con luces, estrellas, adornos y figuras como el Ángel o el Niño Jesús según las costumbres locales. El árbol es la esperanza, la luz y la renovación, convirtiéndose en el centro de las celebraciones navideñas, donde familias y amigos se reúnen para compartir momentos especiales y fortalecer los lazos de amor y unidad.
El árbol de Navidad ha transcurrido de ser una costumbre pagana a un símbolo cristiano universal. Su presencia en cada hogar demuestra el espíritu de la Navidad, una época de renacimiento, amor y alegría que llena nuestros corazones durante la temporada más fría y oscura del año