Redacción || Grupo Marmor
Hace más de 160 años, el monje Gregor Mendel realizó experimentos con guisantes que marcaron el inicio de la genética moderna. Con solo cruzar plantas de diferentes características —como el color de la flor o la forma de la semilla— descubrió las primeras leyes de la herencia, conocidas hoy como las Leyes de Mendel. Sin embargo, la ciencia no se detuvo ahí.
Gracias a los avances en la biología molecular, científicos actuales han secuenciado el genoma de los guisantes y han identificado mutaciones genéticas que Mendel no pudo ver en su tiempo. Lo que antes eran solo 7 rasgos visibles, ahora se han ampliado a más de 70 características distintas relacionadas con el ADN.

Genes responsables del color de la semilla, la forma del grano y hasta la longevidad de las plantas han sido identificados con precisión. Por ejemplo, el famoso gen que da lugar al guisante arrugado está vinculado a un mayor contenido de azúcar, razón por la cual es más dulce y popular para consumo humano.
El legado de Mendel no solo sigue vigente, sino que también ha evolucionado. Hoy, sus principios son aplicados en mejoramiento genético, selección de cultivos y estudios sobre enfermedades hereditarias. Así, los humildes guisantes siguen enseñándonos cómo funciona la vida, una generación a la vez.