Ulises Diaz || Grupo Marmor
Irlanda vive un momento de creciente tensión social vinculado a la inmigración, con protestas como las del 7 de junio de 2025 en Cork como reflejo de ese clima. Ese día, coincidieron dos manifestaciones multitudinarias: una protesta antiinmigración, que reunió a unos 3,000 asistentes, y una marcha pro-Palestina con alrededor de 4,500 participantes. Ambas se desarrollaron de forma pacífica bajo un fuerte operativo policial con más de 100 agentes, y solo se reportó un arresto menor por alteración del orden público.
Aunque ciertos sectores han exagerado el panorama hablando de una supuesta guerra civil inminente, la realidad es otra. No hubo violencia generalizada ni colapso del orden público. Las protestas reflejan tensiones legítimas sobre políticas de inmigración, gestión de refugiados y crisis de vivienda, pero no indican un estallido armado ni el colapso del Estado.
El caso irlandés tiene paralelos con Estados Unidos, donde también se han registrado tensiones sociales en torno a la inmigración. Sin embargo, en el caso norteamericano, millones de inmigrantes, en particular los latinos, han demostrado ser un pilar esencial de la economía, contribuyendo en sectores como la agricultura, la construcción, la salud y los servicios. A pesar de enfrentar barreras legales y discursos hostiles, su presencia ha sido clave para el crecimiento del país.
Mientras en Irlanda crecen los temores por la llegada de solicitantes de asilo y refugiados, el ejemplo estadounidense demuestra que, con políticas integradoras y visión a largo plazo, la inmigración puede ser una oportunidad y no una amenaza. El verdadero desafío no es la llegada de personas migrantes, sino cómo se gestionan las condiciones sociales y económicas para integrar a quienes buscan una vida mejor.
