Redacción | Grupo Marmor
A un año exacto del silbatazo inicial, la Copa Mundial de la FIFA 2026 ya resuena con un eco de diversidad. Gianni Infantino, presidente de la FIFA, no solo puso en marcha la cuenta regresiva, sino que con un “¡Vamos! Allez! Let’s go!” en tres idiomas, tejió un tapiz de simbolismo que va más allá del césped. Este Mundial, albergado por Canadá, México y Estados Unidos, promete ser una celebración sin precedentes de la multiculturalidad.
Infantino no dudó en calificarlo como “la mayor Copa Mundial de la FIFA de la historia”. Esta declaración ambiciosa no solo alude al récord de 48 equipos o a su vasta geografía, sino que también augura un impacto cultural y social que trascenderá lo deportivo. La elección del inglés, francés y español no es casual; es un guiño a la riqueza lingüística de los anfitriones y una invitación abierta a los aficionados del mundo entero.
La FIFA, una entidad que por naturaleza ha navegado entre lenguas y culturas, refuerza su compromiso con la inclusión a través de este mensaje trilingüe. Es un reconocimiento implícito a los desafíos de coordinar un evento de esta magnitud a través de fronteras idiomáticas, pero también una afirmación de su vocación unificadora. En un mundo que a menudo se debate entre la globalización y las identidades nacionales, el Mundial 2026 se presenta como un punto de encuentro, un espacio donde diversas lenguas y culturas pueden coexistir y enriquecerse mutuamente. La gran pregunta es: ¿cómo se traducirá este simbolismo en la práctica?