Mientras el mundo debate estrategias militares, miles de personas en Irán, Israel y las zonas cercanas simplemente lloran. Lloran por sus hijos, sus padres, sus vecinos… por vidas que hasta hace poco eran rutina, y ahora son escombros.
Un niño camina solo entre ruinas con la ropa cubierta de polvo, sin entender por qué mamá ya no responde. Una mujer llora abrazada a una mochila escolar, la única pertenencia que logró salvar antes del bombardeo. Un padre, con las manos temblorosas, cava con las uñas entre concreto esperando que su hija esté viva. Muchos no lo logran.
No es una película. No es una nota lejana. Es real. Y está pasando ahora.
Las guerras no comienzan con sirenas: comienzan con odio, y terminan con miles de corazones rotos.
Hombres y mujeres que ayer tenían familia, casa, trabajo, hoy solo tienen el vacío. Personas que lo han perdido todo, excepto el miedo.
¿Cuántas muertes más harán falta para entender que nadie gana cuando la humanidad se pierde?
Nos solidarizamos profundamente con cada víctima, con cada alma que hoy grita en silencio. Ojalá el mundo escuche antes de que sea demasiado tarde.