El sur y sudeste de Asia afronta una de sus peores tragedias recientes: intensas lluvias, acompañadas por tormentas tropicales, provocaron inundaciones y deslizamientos que ya han cobrado cerca de 600 vidas.
En Indonesia, la más golpeada, se registran más de 300 fallecidos en distintas provincias, muchas de ellas inundadas o dañadas por derrumbes. Tailandia reporta al menos 162 muertos, con zonas devastadas y miles de hogares anegados. En Sri Lanka, más de 130 personas perdieron la vida tras lluvias torrenciales y deslizamientos, y centenares se encuentran desaparecidas o desplazadas por el desastre. Mientras tanto, el impacto en Malasia, aunque menor en cifras de fallecidos, completa el alcance regional de esta tragedia.
Las imágenes que llegan desde miles de kilómetros muestran ciudades sumergidas, familias desplazadas, comunidades aisladas y una urgencia creciente por rescate, ayuda humanitaria y reconstrucción. Muchos de los territorios afectados aún permanecen incomunicados, lo que dificulta labores de auxilio y complica la obtención de un conteo definitivo de víctimas.
Este desastre pone sobre la mesa (una vez más) la vulnerabilidad del Sudeste Asiático frente a fenómenos meteorológicos extremos, intensificados por el cambio climático. Las autoridades locales y organizaciones de ayuda llaman a la solidaridad internacional, mientras los pobladores afectados luchan por sobrevivir y recuperar lo perdido.