Donald Trump, durante su presidencia, ordenó pintar el muro fronterizo de negro con el objetivo de que el color absorbiera más calor y, así, aumentara la temperatura del muro. La idea era que, al volverse más caliente bajo el sol, el muro sería más incómodo y peligroso para quienes intentaran escalarlo, especialmente en las horas de mayor calor, dificultando el cruce ilegal.
Sin embargo, esta medida generó críticas, pues se consideró que no abordaba las causas profundas de la migración, como la violencia y la pobreza en los países de origen. Además, algunos señalaron los posibles impactos negativos en el ecosistema local, dado que la frontera es hogar de diversas especies. También se cuestionó la efectividad a largo plazo de una solución meramente superficial, ya que el color negro podría requerir mantenimiento constante, aumentando los costos.
En definitiva, aunque la intención era hacer el muro más disuasivo, la propuesta no resuelve los problemas estructurales que impulsan la migración y plantea varios desafíos ambientales y económicos.
