Ha resistido 450 millones de años, cinco extinciones masivas y el impacto del meteorito que acabó con los dinosaurios. Hoy, la cacerolita de mar (Limulus polyphemus), conocida en Yucatán como me’ex, enfrenta una amenaza distinta y letal: la acción humana.
Durante las noches de luna llena y luna nueva, este animal emerge del mar para reproducirse en pequeñas playas entre el manglar. La Reserva de la Biosfera Río Lagartos debería ser un punto de encuentro para la especie, pero cada temporada hay menos ejemplares. En una jornada de monitoreo nocturno, investigadores apenas encontraron unos cuantos machos y una sola hembra, una señal clara del impacto de la pesca de pulpo.
Aunque su captura está prohibida por estar catalogada en peligro de extinción, la cacerolita es utilizada ilegalmente como carnada. Su resistencia y su sangre azul —rica en cobre— la hacen altamente efectiva para atraer pulpos y reducir costos para los pescadores. Una sola puede durar varios días, a diferencia de otras carnadas.
La pesca de pulpo en Yucatán es la más importante del país y sostiene a miles de familias. Sin embargo, la falta de alternativas accesibles ha convertido al me’ex en un recurso explotado de forma clandestina. Cada temporada, cientos o miles de ejemplares son extraídos de zonas protegidas sin consecuencias legales visibles.
A esta presión se suman la destrucción de playas por desarrollos turísticos, la contaminación y el tránsito de vehículos en zonas de anidación. Investigadores advierten que donde antes se contaban por decenas, hoy apenas se ven algunos individuos.
En otras regiones del mundo, la cacerolita es utilizada con fines médicos sin matarla. En México, en cambio, muere antes de completar su ciclo reproductivo. Cada ejemplar capturado representa huevos que no fueron puestos y generaciones que no llegarán.
Un fósil viviente que sobrevivió a cataclismos planetarios podría desaparecer en silencio, no por la naturaleza, sino por la falta de protección efectiva.
